domingo, 29 de marzo de 2009

Pregón SSANTA 2009


AUDIO Y TEXTO del Pregón de Semana Santa 2009 en
www.interbenavente.es

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El teólogo Juan Carlos López ensalza en su pregón la Pasión benaventana. Evoca la figura de Fray Toribio y pide a las cofradías con unos «versos al viento» que hagan grande la Semana Santa.

El teólogo zamorano Juan Carlos López durante el pregón.
Foto Claudio F. de la Cal

J. A. G.
El teólogo zamorano y coordinador de los delegados diocesanos de Castilla y León, Juan Carlos López, abrió anoche la antesala de la Semana Santa benaventana evocando a Fray Toribio de Motolinía, describiendo desde el recuerdo las procesiones locales y pidiendo a las cofradías benaventanas con unos «versos al viento» que hagan grande la Semana Santa.
López, profesor de religión durante doce años en el Instituto de Educación Secundaria "Los Sauces" y fundador desde Benavente de la Asociación de Familias Numerosas de Zamora, agradeció la amistad de la Junta Pro Semana Santa y el cariño de centenares de benaventanos mientras en una pantalla se proyectaban imágenes de la Pasión local de Venancio Valbuena.
«Sin haber nacido en Benavente, me siento pues benaventano: aquí me hice como adulto, como creyente y como profesional. Sin haber crecido con sus tradiciones civiles y religiosas, estoy empapado de ellas: en las calles de esta ciudad vibré con su fiesta más popular, las calles de esta ciudad me vieron también rezar al ritmo sobrio marcado por los portadores de la Virgen de la Veguilla», afirmó tras recordar su llegada a la ciudad con 25 años y haber «llorado amargamente» al dejar esta tierra. «Sin buscar la Semana Santa la Cofradía del Silencio me encontró y hoy tengo la inmensa fortuna de pregonar, de elevar mi voz para anunciar y hacer público que Cristo también murió y resucitó en Benavente», añadió.
"In memorian", evocó la labor de los frailes «que quisieron que las gentes sencillas de Benavente, ajenas en aquel entonces a la lectura y a la escritura, pudieran oír, sentir, conocer y comprender a través de la plástica procesional, los episodios de la Pasión de Cristo», y recordó de forma especial s Fray Toribio de Paredes, «una figura que hizo universal nuestra tierra de Benavente, que llevó nuestra sangre a los confines del mundo y que a menudo, como es el caso de muchos de los grandes, duerme en el olvido de casi todos».
«Desde aquel ilustre franciscano han sido muchos los avatares acaecidos en el entorno de nuestra Semana de Pasión. Por desgracia, muchas las pérdidas y los abandonos de tradiciones que hoy quieren ser recuperadas para definitivamente consolidar una manifestación religiosa tan relevante como la que hoy pregonamos que, sin ser la más rica, ni la más brillante, ni la más piadosa, ni la mejor, es la nuestra, la que amamos, la que hemos vivido desde siempre, la que defendemos con ardor y la que mostramos orgullosos a nuestros visitantes», proclamó.
Desde sus recuerdos personales describió las procesiones benaventanas que, «sin ser las más notables artísticamente, son las que a mí me ayudaron y me ayudan todavía hoy a descubrir el significado del Misterio Pascual, misterio que sutilmente desvelan cada una de las cinco cofradías que procesionan en Benavente y que comparto».
Así, subrayó el «bullicio» y el «rostro de los niños expectantes» durante la Procesión de las Palmas y el solemne «anuncio de muerte» de la Procesión de las Tinieblas. Narró el sobrecogimiento «de cuantos se echan a la calle» para ver a un «Cristo lleno de dolor, pero no rendido» de la Procesión del Silencio y situó «a la caída del sol» a los penitentes del Jueves Santo durante la procesión de la Santa Vera Cruz. Tuvo también un recuerdo para el desaparecido Pedro Carballo "El Fungo" y elogió la «fusión esplendorosa» de la mañana del Viernes Santo «con la fe del pueblo y la dimensión más plásticas del espectáculo procesional» de la Cofradía de Jesús Nazareno. Describió la procesión del Santo Entierro en la que «Benavente llora la muerte de Cristo en la cruz, y los benaventanos acompañan con fe el cortejo sagrado "en contraste con aquel otro que hace dos mil años un puñado de gente compasiva realizó en la intimidad y vergonzantemente"» y rememoró por último «la muchedumbre concentrada en la plaza» el Domingo de Resurrección donde «Benavente celebra la victoria en su espacio más propio y emblemático».
«Hace algunos meses pregunté a un apasionado de la semana santa benaventana por el sentido que para él tenía este tiempo», relató con posterioridad para realizar una «reflexión en torno al sufrimiento» que dimana de la Pasión. «Su respuesta -prosiguió- alejada de los manuales de Teología, pero profunda y consistente, mostraba una sabiduría natural digna de elogio. Aquel hombre sencillo, amante de su pueblo y de la tradición religiosa, vino a decirme que, para él, la grandeza de estas fechas radicaba no sólo en la sobria belleza de sus pasos, en el orden y el silencio de sus procesiones, sino especialmente en la enorme capacidad de estos días para dar respuestas a las preguntas más últimas y radicales del ser humano».
Entonces afirmó, citando a Unamuno, que «aquellos que digan que la muerte no les preocupa nada, o mienten o son estúpidos, unas almas de corcho».
Juan Carlos López, «flirteando con la palabra» concluyó su pregón desgranando unos «versos al viento» que concluyeron así: «Déjenme decir en alto/ estas últimas palabras/ que quieren ser versos,/ pórtico de la semana santa/ de éste, mi apreciado pueblo./ Pueblo que se echa a la calle,/ y a la plaza, para ser cortejo/ y no dejar solo al que/ en la cruz ya se está muriendo./ Damas de la Luz y la Soledad/ Santa Vera Cruz y Santo Entierro,/ Jesús Nazareno y Cofradía del Silencio/ rezad, aclamad, contemplad,/ y haced grande la Semana Santa/ de este, mi arrancado pueblo».

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