Medidas de protección para la Ermita de la Soledad en 1853
La Ermita de la Soledad frontón para el juego de pelota?
Actas municipales de 1853
Archivo Municipal de Benavente
Archivo Municipal de Benavente
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Trascripción del documento
Se presentó a este Ayuntamiento, previo aviso, Eusebio de la Fuente de esta vecindad, haciendo relación que los muchachos destruyen las vidrieras y tejado de la hermita de la Soledad con el abuso de jugar a la pelota; y que a fin de evitar estos daños, como representante de la Cofradía de la Cruz, rogaba a la Corporación el permiso de enclavar unas piedras, como una línea fuera de la vara de las goteras, suplicándole además la gracia de concederle las piedras mismas. Y el Ayuntamiento acuerda acceder a su solicitud respecto al permiso, pero sin ser visto conceder en ningún sentido dominio alguno sobre el terreno, sin privar al público de la servidumbre del camino y demás usos.
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En sesión ordinaria celebrada por el Ayuntamiento de Benavente el día 16 de diciembre de 1853 se presenta, según testimonian las actas municipales, dentro de los asuntos tratados, una instancia del representante de la Cofradía de la Cruz o Vera Cruz solicitando de la Corporación municipal permiso y colaboración para tomar algunas iniciativas tendentes a propiciar la salvaguardia de la Ermita de la Soledad.
El texto demuestra el celo por parte de los representantes de la Cofradía de la Cruz, tratando de salvaguardar la ermita y dificultar que en sus muros tuviesen lugar juegos de pelota o que fuesen sus tejados y vidrieras fácil blanco para los muchachos. Solicita para ello, en evitación de estos daños, instalar seguramente a modo de pretil o murete, una línea de piedras que protegiese la ermita y su entorno más inmediato.
Por otra parte el Ayuntamiento disponía en aquel tiempo de grandes cantidades de piedra, pues no olvidemos que desde las primeras décadas del siglo XIX se habían desamortizado varios monasterios y conventos de religiosos existentes en la villa, como el de San Francisco, y los materiales de derribo fueron en parte utilizados para obra civil. Por ello no era infrecuente que por parte de particulares e instituciones se solicitasen al Ayuntamiento cesión de algunas de estas piedras y elementos de construcción.
La ermita estaba situada extramuros de la villa, es decir fuera de la cerca o muralla que rodeaba a Benavente desde tiempos medievales, y la cual a mediados del siglo XIX todavía seguía en pie. Se podría decir que entre el Puente de Castrogonzalo y la cerca de la villa sólo existían, a parte de esta Ermita de la Soledad, apenas unas pocas edificaciones, salvo el desamortizado monasterio de San Jerónimo, situado en el Camino de León, la Casa del Marqués de los Salados, diversas dependencias y construcciones agrícolas dispersas por la vega, además de algunos mesones situados a la entrada de Benavente o en el Camino Real de Madrid a Galicia.
La Ermita de la Soledad estaba situada en pleno descampado, permaneciendo aislada hasta que en 1857 se proyecta el Canal del Esla, llamado oficialmente por Canal Príncipe de Asturias, el cual discurrirá próximo a la Ermita. Ello supone una trasformación del área circundante a la misma, adquiriendo la zona un nuevo valor para usos agrícolas e industriales. En las décadas siguientes se instalarán en los márgenes del Canal algunas fábricas harineras, además de otras industrias y almacenes. La progresiva instalación en las llamadas “afueras de La Soledad”, desde las últimas décadas del siglo XIX, de un buen número de viviendas, fábricas, almacenes y otras edificaciones irá transformando sobre manera esta zona de Benavente y el entorno de la Ermita.
La Ermita de la Vera Cruz o de la Soledad debió de permanecer exenta o libre de edificaciones en su entorno, pues sabemos que en lo antiguo muchas de las ceremonias de la cofradía tenían lugar alrededor de la misma. Ya en 1527 en el testamento de Don Francisco Suárez, quien funda una capellanía y misas de aniversario en la ermita que por entonces construye la Cofradía de la Cruz, se señala que: “… los cofrades tengan a la dicha misa cantada su cera ardiendo y en fin de la misa anden alrededor de la dicha ermita con su procesión y digan su responso por el ánima de dicho Francisco Suárez”. Esta situación de aislamiento físico a modo de lo que sucedía con los humilladeros situados fuera de las ciudades y villas, se mantendría hasta bien avanzado el siglo XIX, tal y como revela el texto que aquí presentamos, ya que se solicita enclavar algunas piedras en su contorno, a modo de línea de protección, sin que ello afecte al camino y a las servidumbres públicas.
Juan Carlos de la Mata Guerra
Historiador de la Junta Pro-Semana Santa
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